En medio del ajetreo diario, es fácil olvidar que no estamos solos. El Espíritu Santo, dulce huésped del alma, quiere habitar en nosotros, guiarnos y fortalecernos. Hoy te compartimos una oración que ha sido rezada por generaciones y que sigue tocando los corazones con su luz y consuelo.
Tómate un momento para leerla con calma y dejar que cada palabra te acerque más a la presencia viva del Espíritu Santo.
Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.
Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.
Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto.
¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.
Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.
Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna.
Amén.
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